sábado, 21 de febrero de 2015

Crónica de un reencuentro anhelado.



Escucho el agua de la regadera caer mientras miro un viejo video de Youtube. Pienso en que debo ser más amable, tratarte mejor, de una manera que verdaderamente refleje todo el amor que siento por ti, olvidando viejos rencores y los motivos por los cuales estuve enojado contigo tanto tiempo, y que ahora no son importantes… ¿Será que finalmente nos hemos perdonado todo?

Oigo que sales del baño y los pasos de tus pies desnudos por el pasillo. Llegas a la sala y te recuestas a mi lado en el futón. Miro tu dulce sonrisa, la más tierna que haya existido jamás. Observo las arrugas que se dibujan en tu frente y alrededor de tus ojos; el tiempo ha pasado y no somos los mismos tu y yo…

Una toalla gastada color verde envuelta en tu cintura, tu cuerpo humedecido aún emite el calor del agua caliente con que te bañaste. Recuesto mi cabeza en tu pecho y siento tu piel con los labios. Toco tu pezón con la lengua, tú me acaricias la cabeza perdiendo tus dedos en mi cabello. Mi mano navega entre tus piernas por debajo de la toalla hasta tus testículos, luego lentamente recorro el camino hacía tu culo. Tú empiezas a mover la pelvis y mis dedos penetran tu ano casi sin ningún esfuerzo. Inhalo todo tu olor, ese al que me volví adicto desde la primera noche que pasamos juntos, hace ya muchos años…

Tus piernas se deshacen de la toalla, te incorporas hasta quedar sobre mi, que estoy desnudo ya. Tomas la botella de lubricante, la que tenemos siempre en el buró y te preparas para sentarte sobre mi. Ésta es una de las posiciones más frecuentes entre nosotros en el sexo, es la que tú prefieres para comenzar. Podría parecer rutinario iniciar siempre así pero a mi me sigue excitando ver como tu culo va bajando hasta mi verga y con una mano te ayudas para que entre. Y después te mueves despacio y yo miro como tu cara se pone roja, y tu boca abierta exhala rápido, y tus ojos verdes me miran sólo a mi; soy lo único que existe en tu mundo ahora.

Después, sin sacarte mi verga del culo, te recuestas hacía atrás y yo me levanto levemente. Me gusta esta posición porque me permite más movimiento y soy ahora yo quien toma el control. Me muevo más rápido y te penetro más fuerte. En está posición también siento que puedo durar más, y si miro hacía abajo veo mi pene entrar y salir.

Quiero penetrarte de misionero pero tu te recuestas, levantas una pierna de lado y quieres que te la meta así. Yo me hinco, acercándome. Tomo mi verga con los dedos y me pongo más lubricante. Te penetro, luego saco todo mi pene y miro tu culo abierto. Estoy muy excitado. Empiezo a cogerte duro. Te digo que quiero que te vengas primero, entonces te masturbas rápido. Tu verga a punto de explotar. Miro tu rostro. Trato de ir lo más profundo posible. Siento muy cerca el orgasmo pero un ruido me distrae… Un ruido que se deja escuchar sin piedad, más real que todo lo demás…

Abro los ojos. Estoy despierto y no lo quiero estar. Entonces asocio que lo que escuché fue el sonido de la puerta del edificio al abrirse. Mi departamento está en planta baja y la ventana de mi cuarto da a la calle. Es muy temprano, un vecino debe estar por irse al trabajo. “¡No puede ser!”, pienso. Cierro los ojos con fuerza, intento recuperarte en ese sueño que me ha dejado absolutamente excitado y con el pene tremendamente duro. Es imposible. Te me escapas y todo se llena de melancolía.

Paso el día entero pensando en ti. Algunas veces he tenido sueños premonitorios. Es verdad; he soñado con cosas que más tarde se han cumplido. Esta vez deseo con todas mis fuerzas que esto que ha venido a mi mente inconsciente durante la madrugada, ocurra verdaderamente algún día. Yo sé que no ha sido un recuerdo, no éramos nosotros cuando nos conocimos o cuando vivimos juntos. Éramos tu y yo después, con las señales del paso de los años en nuestro rostro. Éramos tu y yo en un tiempo futuro, donde renacía el amor y el deseo entre nosotros. Nuestro mundo vivo otra vez.